El príncipe desconocido ha sido capaz de responder a los tres acertijos impuestos como requisito para acceder a la mano de la cruel princesa china, quien no ha tenido reparo alguno en hacer ejecutar a todos los pretendientes que hasta ahora han fallado en el intento. Ya solo un último acertijo separa al príncipe de la victoria definitiva. Si la princesa adivina su nombre, él será ejecutado. Pero si al alba ella no ha conseguido dar con la respuesta, entonces deberá cumplir su promesa y casarse con él. "¡Que nadie duerma!", ordena la princesa, mientras su reino entero se vuelca a la tarea de identificar al retador.
Este breve resumen condensa la trama de la famosa aria que Giacomo Puccini dejó inconclusa al momento de morir y que Franco Alfano completó tiempo después.
Desde que fue cantada por primera vez en 1926, Nessun Dorma se ha convertido en un himno de esperanza y victoria. El fútbol, una metáfora de la vida misma, no podía permanecer indiferente ante una pieza tan llena de pasión y significado. La emotiva canción fue interpretada por Luciano Pavarotti en la inauguración de la Copa del Mundo Italia 90 y, años más tarde, formó parte del repertorio de Andrea Bocelli en el concierto de cierre de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010. Ambas ocasiones quedaron registradas en la memoria de quienes escuchamos su erizante letra en el marco de las gestas deportivas antes mencionadas. Pero el tiempo y la vida tenían reservada una nueva cita entre ese himno, el fútbol y la voz de Bocelli. La nueva reunión habría de presentarse en un momento trascendental, en una coyuntura que seguramente supera con creces el sentido y las emociones que pudieron haber acompañado cualquier otro evento precedente.
“Nessun Dorma termina con la palabra vincerò, que significa ‘venceré’. Para los futbolistas y los aficionados al fútbol, se trata de un mensaje muy poderoso. El mundo entero conoce ahora esta aria gracias a aquel Mundial, y estoy encantado de que así sea, porque se trata de una hermosa pieza del repertorio operístico". Andrea Bocelli
Bocelli dijo estas palabras en 2010, haciendo alusión a la interpretación de Pavarotti en 1990. En aquel momento ni él ni nadie se imaginaba el mundo aplastado por la pandemia, desolado por las muertes y sumido en la incertidumbre y el miedo que veríamos apenas una década después.
El fútbol también ha vivido días muy oscuros, ha llorado a sus muertos y ha cedido mucho terreno ante la crisis. Cuando finalmente volvió, torpe y timorato, lo hizo con partidos a puertas cerradas, en las frías y vacías moles de concreto donde el grito de gol se extingue en el eco de un graderío abandonado. Un estadio sin gente es un desierto inanimado y sin alma.
Después de un año nefasto, ver de nuevo el Estadio Olímpico de Roma con 16,000 aficionados sedientos de disfrutar y celebrar el fútbol, resulta ser una fiel representación de la vuelta de la vida misma. Escuchar a Bocelli interpretando Nessun Dorma en este marco es para humedecernos los ojos y ponernos la piel de gallina. Aún no termina la dura batalla que todos (incluso el fútbol) seguimos librando para escapar de las fauces de la pandemia. Estamos tristes, maltrechos y agotados, pero tenemos esperanza. ¡Que nadie duerma! Al final de esta densa noche llegará el alba... y con ella la victoria.